«Cruzando el desierto»

Hola. Me llamo Angélique y soy francesa. Vivo en Buenos Aires desde hace 7 años y tengo un hijo, Ruben y una hija, Eda. En toda humildad, quiero compartir mi historia de toma de consciencia de mi periné, de su existencia y importancia en mi vida de mujer. Abrió las puertas de un mejor conocimiento personal.

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Desde que recuerdo quise tener embarazos y partos naturales. He sido influenciada por mi mamá. Parió 15 hijos por vía vaginal. Ella siempre hizo su trabajo de parto en casa para ir a la clínica en el ultimo momento. Confiaba en que un parto poco confinado y medicalizado era mejor. Cada vez parió en posición ginecóloga en clínica convencional, respetaba a la institución medical y sus obstetras.

Cuando me embarace, me recomendó libros de Michel Odent, Maïtié Trelaün, Frédéric Leboyer. Mi otra influencia es mi amiga Jesica, de Chicago, quien fue la primera en hablarme de silla de parto fisiológica y de la carta de nacimiento un elemento que me introducía al derecho de la paciente/parturienta de opinar sobre su parto aunque tuviera lugar en una clínica.

Mi hijo Ruben nació en Francia y mi hija Eda en Argentina. Las dos veces fueron partos vaginales. Para el primero, después de 10 horas de trabajo en casa, fui a parir en la clínica. Por estas circunstancias locas de la vida, la sala de parto natural estaba ocupada. En camilla ginecológica, mi proceso se dificultó. Básicamente perdí el control de mis sensaciones y no sentía las ganas de pujar y tuvo que guiarme el equipo. El segundo parto fue en casa, aunque no lo había planeado así. En la fecha probable de parto, durante lo que supuestamente era un chequeo, el obstetra me apretó en la vagina desencadenando así un proceso de parto violento y fugaz.

Para cada parto, en el momento de pujar, hice muchos esfuerzos, con esta idea de que tenia que pujar muy fuerte para que mis bebés salgan. Con Ruben salì de la sala de parto con los cachetes cubiertos de venas rotas: prueba que había mandado la fuerza acá también, desaprovechando el esfuerzo. Con Eda, como estaba en casa, sin equipo cuando sentí las ganas de pujar, « di todo para abajo». Luego en el post-parto retomé actividades físicas : caminar, hacer colas, alzar pesos, alzar mis hijos, empujar el cochecito sobrecargado…

Esta fuerza violente y no medida, combinada con el retomo de actividades y hábitos dañinos en absoluta ignorancia de que me estaba lastimando tuvieron como consecuencia que se debilitó mi piso pélvico y se complicó mi vida en muchos aspectos.

Después de mi primer parto, cada vez que me quedaba parada o en cuclillas por un ratito, sentía un dolor tremendo en la parte anterior de la vulva y un peso en la sínfisis púbica, el hueso atrás del clítoris. Tenia la sensación que se me estaban cayendo las entrañas por la vulva. Cuando lo hable con mi obstetra, dijo que era normal a esta altura y me aconsejó esperar por lo menos 6 semanas. Si después de ese tiempo seguía con el dolor, tenia que hacer rehabilitación del piso pélvico. El dolor se fue atenuando y me enfoqué en la nueva etapa para mi familia : la mudanza a Argentina con un bebé.

Luego de mi segundo parto, empecé a tener perdidas livianas de orina. Eran « gotitas » por no llegar a tiempo al baño, de no poder retener en la ducha de agua caliente. Y pasando el tiempo, de sentir una duda al momento de alzar mis hijos o correr. Volvió ese mismo dolor en la sìnfisis y vulva que había sentido con mi primer hijo. Esa sensación de peso y que todo lo de adentro se va a caer para afuera. Y a pasar la mano, sentía como un bulto, algo que no estaba en su lugar. En la primera consulta de post-parto, (4 semanas), lo hablé con el obstetra. Dijo que tanto el bulto como la incontinencia eran normales después de un segundo parto por vía baja y que las condiciones usualmente se resorbían solas. Le hable de rehabilitación del piso pélvico, de lo que se practica en Francia. No sabia nada de eso. Entonces otra vez, espere la respuesta de mi cuerpo.

Paralelamente, después de tener a mi primer hijo, con mi pareja atravesamos lo que llamo « un desierto sexual ». Lamentablemente, duró más que 40 días! Volvimos a tener relaciones bastante rápido después del parto, pero no era lo de antes. Le tenia un rechazo terrible a mi marido, me daban nauseas. ¡Se pueden imaginar mi desesperación! Con mi pareja, habíamos tenido nuestro hijo porque nos queríamos tanto, como la coronación de nuestro amor y ahora no podía soportar sus ganas de mi.

Por supuesto que al inicio pensaba que iba a pasar, que eran « las hormonas » y entonces decidí aguantar y esperar. Seguí teniendo relaciones, aunque no me gustaban. Fingía sentir placer para que se terminen lo antes posible.  No era siempre así, por eso seguía intentando. Pero, pasaron los meses y la situación se normalizó. Ausencia de deseo, sequedad vaginal, ausencia de placer, dolor: eso era lo nuevo para mi!

Amaba mi marido, en todos los demás aspectos de nuestra pareja/familia estábamos bien. Pero yo muchas veces no podía gozar del sexo y eso era mi secreto. Menstruación, cansancio, dolor de cabeza, de espalda, de dedito de pié: todo era una excusa para evitar tener relación.

Escondía la cabeza en la arena, pero insidiosamente mi malestar sexual empezó a aflorar en los demás aspectos de mi relación de pareja y vida. Estaba negativa, llena de odio, lo culpaba a mi marido por todas las cosas malas que me pasaban y aparte lo acusaba en silencio de ser la causa de mi anorgasmia. 

Hasta que un buen día, decidí poner las cartas sobre la mesa. Primero tuve que aceptar que nada malo iba a pasar si hablaba. Y luego entender que yo era responsable de esta situación, por lo menos tanto como él, sino más. No lo podía culpar solo a él. Cuanto alivio! Entonces podía hacer algo al tanto. 

Entonces hice una especie de balance de lo que sabia de sexo y de donde había sacado mi información. Lo tenia que enfrentar, de sexo sabia muy poco. Mis fuentes de informacion no habían sido de las mas variadas. Fui básicamente impregnada por la cultura sexual de nuestra sociedad. Hipersexualizada, vehicula la noción de sexo como obligación, compromiso, necesidad, performance, con necesidad de placer final y asocia el sexo a palabras como sucio, dolor, prohibido, riesgos, enfermedad, abortos, abusos, embarazos no deseados, violaciones, vergüenza…La lista es larga.

Me di cuenta que todos estos años había manejado mi sexualidad en modo « piloto automático » impregnada al nivel inconsciente por esta negatividad y violencia. Había sido una analfabeta sexual. Entonces empecé a educarme.

En la relación, me di cuenta que había dejado mi cuerpo de costado y que me manejaba al nivel mental, con la fantasía. Estar « en mi cabeza » me impedía conectar con el otro. El primer cambio fue enfocarme en las sensaciones, sentir cuando estaban y cuando no, cuando eran agradables, cuando no, cuando dar cuando recibir. Para eso fue necesario bajar la velocidad. Experimentamos con el slow-sex.

A la vez mire del lado de las culturas antiguas, el Tantra o el Tao, varias tradiciones nativas americanas pero también textos de la religión católica. Descubrí que hay otra dimensión de la sexualidad. Seria un poder humano para nutrirse, sanarse, renovarse, contactar con su espíritu.

Tenia que averiguar si había algo en la ciencia moderna que confirmara estos fundamentos. Los cierto es que hay equipos de científicos que dedican su investigación a la sexualidad, a la relación sexual y al placer de la mujer. En especial los estudios de hoy ponen importancia en el placer de la mujer como llave de su bienestar general. Por un lado están los que enfocan en las hormonas generadas durante la relación y como esas pueden impactar para mejor el estado general de una. También hay científicos que estudian las conexiones neuronales y el impacto del sexo en nuestro cerebro. Muchos mencionan una « alteración de consciencia », que va desde un cambio en la percepción del mundo alrededor nuestro a una perdida de la conciencia del yo, de la identidad : la famosa « petite mort » o pequeña muerte. Otros estudian las consecuencias psicológicas y fisiológicas de los abusos sexuales, haciendo posible su contrario : las consecuencias benéficas de la sexualidad placentera.

Estos equipos de científicos confirmaban todo el potencial de la relación sexual pero en general no daban llaves en como llegar a ese tipo de sexo potenciado. Solo notaban que algunas mujeres tienen estas experiencias, otras no. Algunas muchas veces, algunas pocas. Algunas de manera muy intensa, otras menos. 

Y bueno, el como, es justo lo que a mi me interesaba. Seguí buscando y es así como me enteré que los taoístas consideran que un piso pélvico fuerte es un elemento clave para el bienestar sexual femenino tanto como masculino. Y por eso han desarrollado el kung-fu vaginal, ejercicios de la vagina usando un huevo de jade.

Como ya a esta altura no tenia nada que perder, intenté  con la « gimnasia vaginal »! Contraer mi periné resulto ser igual que intentar contraer a distancia un pedazo de manteca derretido: imposibile! Y en qué rincón se había metido el huevo de jade?

La cuenta empezara a sumar y se impuso a la necesidad de buscar apoyo profesional para resolver el problema de piso pélvico débil.

Unos meses después del segundo parto tuve que pasar de vuelta por la cajita clínica, esta vez por un quiste en el ovario. Aproveché este contacto para mencionar mis síntomas al ginecólogo. Otra vez hablé de la rehabilitación que existe en Francia. Asintió que podía ayudar. Sabia que se practicaba también en Argentina pero no tenia idea de donde y nadie para derivarme. Igual, me prescribió sesiones. Según él, en la obra social, seguro me podían ayudar. (Luego de varios años supe que en esta misma institución tienen un servicio de rehabilitación).

Con la preciosa receta en mano, llame a mi obra social. Por lote de cinco a diez, me pasaban numero de centros de kinesiologia, y repetidamente me contestaban de la misma manera:  « Rehabilitación de qué? de qué se trata? Señora no la entiendo » y terminaba siempre igual: « No, no hacemos ESTO acá ». En el « esto » sentía un tono de sorpresa, de asco, de incredulidad.

Empece a buscar por internet y a lo largo encontré un articulo que hablaba de un « equipo experimental » en el Hospital Italiano. Ahí un ginecólogo diagnosticó un « ligero prolapso », prescribió 4 sesiones de rehabilitación con las kinesiologas del servicio. Luego 4 más. El tratamiento combinaba rehabilitación manual y con electro-estimulación. Los ejercicios físicos consistían básicamente en series de contracción/ relajación de la vagina, jugando con los tiempos para mantener la contracción y repeticiones. Tomaban regularmente biofeedback y tuve que llenar un diario miccional. Al completar el ciclo de sesiones, me invitaron a seguir en casa con los ejercicios de contracción/relajación varias veces por día. El consejo era ejercitar hasta sentir cansancio, volver a empezar luego de cuatro horas. Los hice por un mes varias veces por día, luego menos y menos, hasta no hacer nada. Sentí un mejoro en retener la orina, la sensación de bulto se fue borrando.

Lamentablemente al año siguiente había vuelto el problema de incontinencia. Aproveché de unas vacaciones en Francia para consultar en un centro para la mujer. Después de un chequeo muy detallado diagnosticaron que tenia el esfínter de la uretra atónico, la entrada de la vulva demasiado abierta y el músculo trasverso del periné presentaba partes « blandas » del lado izquierdo.  Entonces volví a hacer rehabilitación, esta vez con ejercicios de CMP (conocimiento y manejo del periné). Enfocaban en los varios sub-grupos musculares que correspondían a mis problemas. Se combinaban con visualización, o sea con imágenes para ilustrar lo que tenia que hacer y con cuales músculos. No había biofeedback ni electro-estimulación. Después de cada sesión me daban deberes: una rutina de ejercicios específicos para la semana.

Con esta rehabilitación sentí un gran cambio en mis síntomas y mis sensaciones, a la vez que me me sentía empoderada por el conocimiento físico. Por ser específicos los ejercicios, me permitían enfocar mis esfuerzo en lo que a mi me molestaba y experimenté un resultado visible mas rápido. Las imágenes fueron un gran apoyo. Ademas, en el centro me aportaron algunos trucos para mantener una rutina viva en lo cotidiano.

Todo este proceso de varios años me permitió descubrir muchas cosas sobre mi, mi fuerza, mi potencial como mujer. Me eduqué a mi propia anatomía, re-eduqué mi manera de percibir, pensar y nombrar mi cuerpo. Reconsideré el sexo y mi relación con la sexualidad. Y di a luz a una nueva Angélique, siempre cambiando, evolucionando.

Siento que fortalecer el periné es una herramienta de auto-conocimiento y crecimiento.

Me gusta pensar que soy yo el cambio.

Una contracción de vagina a la vez.

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